Mujer frente a un acuario
- Pam Wolfson
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por Pam Wolfson
Mujer frente a un acuario
(pintado por Matisse)
Extraña a su amante. La modelo apoya la barbilla en las manos y cierra la boca con fuerza. Su mirada penetrante sigue a los peces en la pecera elevada. Cuánto envidia su insensato nado en la cálida luz del sur.
Junto al cuenco, cinco piñas de pino descansan sobre una rama perenne. Se inclinan como la firme encarnación del pez. Sus escamas están abiertas; sus semillas volaron, hace días, con el viento. ¡Cómo le encantaría extender los brazos y bailar después de una larga tarde posando!
Matisse, el maestro, se inclina hacia ella con intensidad. Su pulgar está fijado en el agujero de la paleta, el pincel suspendido en el aire. Para él, ella es una figura, un ancla contra el biombo marroquí con sus círculos azules cortados por diagonales. Una intensa franja verde se alza tras su cabeza.
Lleva una semana sin dormir bien. Su amante se fue a trabajar a París. Niza, con su costa resplandeciente y sus largos bulevares, le pareció aburrida. Hace unos momentos, Matisse le colocó un papel blanco junto al codo. «Esta línea inclinada equilibrará la escena». Para ella, esta página en blanco es una invitación. ¿Le escribirá su amante una carta o, mejor aún, la soñará con este vestido suave?
Su espeso cabello oculta sus orejas y sus párpados comienzan a bajar. Las sombras en sus antebrazos se intensifican y el pez se ralentiza. Mientras se queda dormida, la tarde se tiñe de lavanda sobre la mesa. A Matisse no le importará y seguirá pintando. En el tranquilo estudio, en lo alto, sobre la bahía que oscurece, disfrutará de las curvas de su cuerpo junto al pez inmóvil.
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